Azrael. Indeseado, temido, pero a la vez desconocido y benevolente.


Eran solamente las 4 de la mañana cuando una pequeña niña despertó sobresaltada por los sonidos de la madrugada. Decían que la muerte estaba cerca y que acababa de llevarse a una familia entera en un incendio ocasionado.

Esa pequeña apenas entendía el sentimiento de la ausencia provocado por la muerte y así fue como, con el pasar de los años, le agarró miedo a la muerte. Miedo porque no sabía cómo gestionar ese sentimiento, así que a la muerte la vio como un ser maligno, lleno de oscuridad y cuando le contaron que la muerte vestía de luto y de negro, la pequeña sintió aún más miedo de la misma.

Ella se imaginaba muchas veces de qué formas tan descabelladas podría morir, que incluso a donde quiera que fuera, cuidaba mucho de sí misma y de no contraer alguna enfermedad mortal. Sus padres eran personas recias que se dedicaban a lo suyo, el padre a trabajar de sol a sol y la madre a dedicarse en sus tareas domésticas, y la niña fue creciendo sola.

Varios años después, ella ya le tenía fobia a la muerte porque jamás externó lo que sentía sobre ella y sus padres nunca supieron acerca de estos hechos; posiblemente la madre no tenía mucho tiempo para ella, pero de haberlo tenido, quizá a la niña le hubiera explicado bien quién era la muerte.

¡ESTUDIA, APRENDE Y EMPRENDE!
 

Poco a poco la niña fue adquiriendo conocimiento de nuevas catástrofes, muertes; incluso veía morir ante ella a seres pequeños, animales de granja, animales fuertes, todos caían en una somnolencia conocida como muerte. Estudió medicina, se volvió doctora y en secreto le seguía temiendo.

Día a día luchaba contra la muerte para que ella no se llevará a las personas; se había hecho amiga de veterinarios temiendo que la muerte se llevará a los animales de la granja o de cualquier casa o departamento, apoyaba a voluntarios que cuidaban a los animales de la calle, pero sus esfuerzos eran en vano.

Cierto día conoció a un joven apuesto y agradable, que vestía de blanco, ropas anticuadas ante la vista de ella; sin embargo, ella siendo demasiado noble y gentil con todas las personas, no le dio importancia a cómo lucía este joven. Se hizo amiga de él y solían verse en lugares poco concurridos, algunas veces cuando ella salía del hospital se lo encontraba de repente en algún callejón, otras ocasiones se lo encontraba en la biblioteca central; siempre con un aspecto serio y sin algún matiz agradable en su rostro, con su mirada cabizbaja.

Su presencia le daba paz y tranquilidad a la joven, en este nuevo amigo ella encontraba seguridad y también mucha sabiduría, él le hablaba y aconsejaba para bien, ella creía que él era un vidente. Este amigo era lo único que la mantenía sana en un ambiente que ella misma había creado: un entorno de muerte y lucha por rescatar vidas.

La única condición que él le ponía a ella era que no le hablara a sus conocidos o familiares acerca de él. ¡Una condición un poco extraña! Ya que ella se moría de ganas por contarle a todo el mundo lo bien que se llevaba con él y las veces en las que platicaban en los lugares en que se encontraban. Sin embargo, él había sido demasiado claro: el día que alguien supiera sobre su existencia, no lo volvería a ver y por temor a perderle, ella prefirió guardar su secreto.

¿Quién era él? ¿A qué se dedicaba? No tenía pinta de ser alguien que se dedicara a actividades con fines de lucro oscuras. Cierto día su madre sufrió un accidente en carretera; la joven ya había perdido a su padre años atrás por una enfermedad que no logró vencer. Así que la joven llevó a su madre de inmediato a urgencias, la madre de ella ya estaba en una edad avanzada y lo único que quería era reunirse con su esposo.

La joven, por ser familiar directo, no logró entrar a la sala de urgencias con ella, se quedó en sala de espera orando por no perder a su madre… pero sus oraciones no fueron escuchadas y la madre de la joven falleció dejándola sola y en un mar de lágrimas.

“¡Sola, iba a estar sola!” se repetía a sí misma miles de veces, ese día en la sala de espera del hospital, ella se quedó hasta que le aconsejaron sus compañeros darle la despedida a su madre, quien terminó siendo sepultada al lado de su esposo, donde podrían descansar los dos juntos por una eternidad.

 

Ese atardecer en el cementerio el frío y la soledad reinaban y entonces lo escuchó.

-Era el deseo de ella reunirse con su esposo, su cuerpo ya estaba cansado. Muchas veces el ser humano es demasiado egoísta que lo único que pretende es aferrarse a un ser querido, un cuerpo cansado sin pensar en lo que esa persona realmente desea.

- ¡¿Y qué sabes tú?!- le gritó ella molesta a su amigo- ¡Me he quedado completamente sola!

El joven sonrió y la miró con las manos hundidas en su propia gabardina. La mirada de él seguía siendo seria como siempre, pero la de ella derrochaba furia y molestia.

- ¿Qué sé yo? Yo soy aquel a quien temes y que te ha acompañado en secreto y en silencio por muchos años, aquel que se llevó a tu padre, a todos aquellos que querías que se quedaran aquí, a quien juzgaste muchas veces por ignorancia. Tu ignorancia no te permitió ver más allá, te dejaste gobernar por tu odio en una competencia contra mis acciones, las cuales no eran dañar, sino ofrecer un descanso a un cuerpo material y entregar a las almas de esos cuerpos, una nueva vida espiritual y llena de paz.

La joven entendió que aquel amigo que tanto quería… era el ángel de la muerte.

-Yo soy Azrael, el ángel de la muerte y tu amigo. Me resultó increíble que tú misma me pudieras ver, imagino que tu mismo temor y obsesión te llevaron al punto en el que pudieras verme y hablar conmigo. Pero sola no estás y ni lo estarás, quizá, tu madre que ahora está en otro plano con tu padre te esté mirando en este momento, no los verás con los mismos ojos con que los veías, pero podrás sentirlos desde tu corazón y verlos a través de tus recuerdos.



La joven comprendió entonces que lo había juzgado mal y que todas esas lecciones habían sido para ablandar su propio corazón y desde entonces, ella ya no sintió miedo de él.